lunes, 6 de agosto de 2012
EL GÉNESIS SEGÚN ALEJA, LA DE LA PILOTA (Adán era Negro. Eva estaba buenísima: Era negra, por supuesto. Y tenía una cola.......!)
Yo soy Aleja:
Me conocen como Aleja, pero mi hombre es Alejandrina y nací por los lados de Pital de la Costa. De muy chiquita me trajeron a los Tumacos y allí comenzó mi paseadera por el mundo, la que ya he terminado claro porque me ha tocado asuntarme con los años. Como ustedes saben tengo un negocito con mis muchachas aquí en la Pilota y somos el centro de la diversión del pueblo, o al menos eso es lo que dicen Hugo Nel y el Capitán Chajal. Pero no vine a contarles de mi peregrinación por esta vida y de mis obras. Tampoco a hablarles de mis muchachas, tan lindas ellas. Es que no me gusta hablar de ellas porque hay gente muy atrevida. Imaginense que les dicen de la vida alegre, cuando todos saben que su trabajo es verdaderamente complicado y adverso. Ah......ah....tienen que respetar. Ellas tambien se ganan la vida con el sudor de la frente. Supongo que con el sudor de otros lados tambien, pero eso no es pecado. Pecado es robar como dice mi abuela Felipa que en paz descanse, la nana que me contaba estas historias, como esta que les voy a contar.
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En aquellos tiempos, el mundo era más limpio que hoy. Caían aguaceros de varios días y el paisaje era verde. No como ahora que casi no hay árboles y uno se ve a gatas pa’ conseguir la leñita pa’ cocinar el pescadito.
No había pasado mucho tiempo desde la hechura del mundo, así que yo tenía el cuento completico y claro, tal y como lo contaba la señora Eufrasia, la tía de mi pana Daniel, al que le decíamos “culo’e fraile”.
Erase que dizque Chuchito se había venido desde su sitio celestial en un potro de lo más fino, hecho de puro chanul, con realce de pulgande. Se hacía acompañar de un ángel de lo más lindo al que llamaba Gabriel, que tenía unas alas enormes, de abarcadura, y que le servía de amanuense y asistente. El ángel era el que remaba, y a la usanza del señor usaba el pantalón remangado. Tenía unos bracísimos musculosos seguramente por tanto remar y no usaba camisa. Como los pescadores de Panamá o Viento Libre, el tipo dejaba el torso a la vista. Mostraba sus hermosos dorsales y pectorales y su pecho era tan ancho como el de dos hombres. Su piel era de puro color de ébano y parecía que había aguantado todos los soles de la tierra. Si lo hubiera visto la Juana se lo habría pedido pa’ ella. Es que era un negro bien bello.
Cuando llegaron a la playa del Morro, dizque ya habían hecho el mundo como lo conocemos. En el primer día, el hombre como que se puso a fregar por ahí porque estaba aburrido en el cielo y creó la luz, pero no la sobrina de mi compa‘e Juancho sino la luz que brilla, es decir los astros y las estrellas. Al segundo día, que ‘era un día supremamente largo porque era de muchos miles de años, el señor había creado los planetas, labor que continuó por varios días hasta que el día sábado descansó. Fue el día que quiso pegarse una baña’ita en la playa del Morro y darse unas buena bronceadita porque estaba muy blancuzco y por eso se pegó la canaletiada con el ángel Gabriel. A chucho le pareció como muy bonito lo de esas islas llena de cocoteros y de hermosa vegetación y con ese arco tan hermoso que le recordaba unas vacaciones que alguna vez se había pegado en Aruba, y pensó que era un sitio muy bonito pa’ hacer la última parte de su creación.
El hombre se durmió bajo un frondoso cocotero, y en el plácido sueño vio que era el sitio que debía elegir para poner el negocito aquel del Paraíso que había tenido entre manos por tantos eones, y despabilándose, se despertó completamente y le dijo al Ángel, aquel negro bonito con alas que también se había echado en la arena al pie de otro cocotero, que se levantara que iban a hacer la parte más importante de su trabajo de esa última semana. Gabriel se levantó rápidamente, como cuando iban de pesca y algún pez de altura mordía el anzuelo y se puso a las órdenes del señor Jesús. Usted dirá, señor….!
Hombre Gabriel….es que esto que hice no se puede quedar así como así y alguien tiene que cuidarlo y para eso tenemos que poner a alguien responsable que lo haga. Y se me ha ocurrido que tenemos que hacer al hombre. ¿Y eso que es, señor?, replicó Gabriel. Y el señor le contesto que aun no lo sabía pero que’ra una idea que tenía desde hace rato y que iba a ensayar. Que iba a ser una criatura a la misma imagen y semejanza de él, muy inteligente y guapo y con muy buena capacidad de trabajo. Mientras cavilaban, el ángel que era muy práctico con todo se puso a traer ramas y palos y en par boliones armó un fogón con tres piedras y con una ollita toda titina que cargaba en el potro, donde también cargaba una dominica, unas yucas, un pedazo de tatabra y unas cebollas y unos tomates, se puso a cocinar un tapa ‘o porque vio que la noche los iba a coger por esos andurriales y ninguno de los dos había comido nada desde por la mañana que se comieron un sancochito de pelada por lo lados de Salahonda.
Se solazaron con el hermoso atardecer que siempre se ve en las playas del Morro, y de tanto en tanto se miraban como diciendo como nos quedo de buena esta vaina. Y como dice en un libro que después escribieron sobre esto:…y vió Dios que su obra era buena.
Esa noche durmieron como perritos recién nacidos y ni siquiera los molestaron los zancudos y los jejenes. Uno, porque habían traído un muy buen repelente que le habían regalado a Dios traído de las extranjas y segundo, porque no eran pendejos los zancudos ir picando al creador así como así. En la que se hubieran metido.
Al amanecer, se pegaron un baño del carajo en la laguna del arco y se alistaron para terminar la labor que había dicho Chucho de hacer: el cuidandero del Paraíso, de esta que sería la finca mas bacana del señor. Con muy buenos animales, árboles frutales y productos de toda índole, incluidos minerales, riquezas y toda clase de bondades agrícolas. Sin cercas artificiales, con toda clase de animales y de arboles y frutas.
Mi Dios se rascaba la cabeza, pensando, y de golpe, como cayendo en cuenta de algo, se agachó y cogió una pelota de barro y empezó a amasarla, como la Petronila cuando hace esas ricas balas con chicharrón o queso. Cuando la hubo amasado lo suficiente y cuando vio que tenía más o menos la forma que él pensaba que debía tener, es decir que se pareciera más o menos a él, sopló suave y la bola esa que ya era otra cosa diferente a una esfera, tomó vida y apareció en el panorama un enorme negro como de uno ochenta y pico, con unos brazísimos quemas parecía un cotero que una persona acaba de nacer. El tal hombre era muy bien torneado y todos sus músculos eran nítidos como si toda la vida hubiera estado dedicado a las labores del campo y de la pesca. No se le veía pizca de grasa y era una mole de músculos forrados en una bella piel negra azabache. La piel le brillaba y le resaltaban un par de bellas hileras de marfil en la boca y unos ojos saltones que denotaban inteligencia. Hubiera estado bueno para mandarlo a un concurso de belleza como el de míster Universo.
El hombre se quedó mirando a Chucho y aunque mostraba paz se encontraba desconcertado, a lo que el ángel le entró a explicar que se le había hecho ara disfrutar de ese paraíso pero que también tenía que cuidarlo pa’ que no fueran a dañar los palos frutales y no se fueran a volar el ganado y los marranos. Le dijo que se iba a llamar Adán como habían acordado con el El Señor. A medida que el ángel le hablaba al ‘hombre’ se le iba quitando el azare, se dio cuenta que también podía hablar como el ángel bonito ese y con su voz profunda quiso también decir un par de cosas que en ese momento se le ocurrían. Como por ejemplo en donde iba a vivir y de qué y con qué herramientas iba a desarrollar su trabajo. Entonces Chucho cogió un par de ramitas y soplándolas hizo un buen rancho de tabla de chanul y chonta, con techo de rampira, y adentro puso una bella cama con nocheros y armario en dulapueta. Hizo una cocinetica toda cuca, con un atanor para quemar toda clase de leña y con toda clase de trastos de arcilla y le dijo que ángel le iba a enseñar a hacerlos en cantidad porque se quebraban muy fácil con el uso. Eso en las venidas posteriores, porque ellos iban a seguir viniendo cada ocho días para ver cómo iban los potreros y la finca y para cuadrar lo de las cosechas y el control de las plagas.
En fin que dejaron a Don Adán bien instalado en su bonita casa con bajeros situada en un altico en donde se divisaban las playas y al lado de una quebradita de aguas cristalinas y antes de irse le pusieron en el pecho un enorme escapulario de la Virgen del Carmen y le dejaron una enorme rula de veintiocho pulgadas para desbrozar el monte y una lima Collins que el señor había guardado de otra finca que tenía en la constelación de Alfa centauro, ahí cerquita. Le dejaron unos chontaduros que les habían sobrado de unos que habían cosechado por los lados de guapi y unas bolsitas de sal y azúcar pa’ lo de la cocina, que fue una de las primeras explicaciones del Ángel.
A partir de entonces, la visita del Señor y su Ángel no se hacía esperar cada ocho días, y cada vez que venían, entre todos, ampliaban el rancho de Adán al cual le agregaron otras habitaciones para cuando vinieran visitas, le pusieron un doble techo de palma para que hiciera menos calor en las medias tardes, y en la parte de atrás hicieron una enorme bodega para guardar la sal para el ganado y los abonos para los arboles de semilla extrajera que el señor cuidaba con mucho esmero y de los cuales le hablaba mucho a Adán porque decía que esas semillas eran dificilísimas de pegar. Se gastaban tardes enteras podando esos arbolitos y al cabo de unos meses, con los cuidados y fertilizantes, eran unos hermosos arboles de manzanas deliciosas y rutilantes albaricoques y otras tantas frutas de las que no me acuerdo. Yo estaba muy chiquita cuando mi abuela me contaba todas estas cosas, decía la Aleja, y muchos de los nombres que me decía mi abuela se me han olvidado.
Ya habían pasado un par de años y cada vez que llegaba el Señor con Gabriel encontraban a Adán como aburrido, medio acongojado y aperezado. Le atribuían aquello a que se estaba alimentando mal u otra cosa y que se le iba a quitar con el tiempo, pero sucedía lo contrario. A cada vuelta el hombre se empurruñaba mas y ponía cara de guagua engreído y cuando le hablaban bajaba los ojos y rezongaba incongruencias. Ya estaba medio preocupado Dios con esta vaina y en una de esas, una tarde después de haberse comido un sancocho de tulisio con papas y ají, bien guarnicionado de yucas y unas pataconas enormes que había aprendido a hacer el Adán, al estilo caleño, el señor n o se aguantó más y le preguntó que le pasaba. El hombre bajó la cabeza y no sabía qué hacer con las manos y no atinaba a decir nada. Contá, pues, le decía el ángel, que nosotros no mordemos y menos El Señor. ¿Qué creés? Entonces Adán sacó fuerzas de flaqueza y puso las manos en la parte de atrás del cinturón donde colgaba la rula, y hacia juegos con los dedos fuertes y callosos, y le dijo al Señor que lo que pasaba era que él se sentía muy solo, que ya no le provocaba ni cocinar porque no tenía con quien compartir los tapaos, los sancochos y los encocaos y que mirara que él no tenía a nadie, que él era solito, que todos los animales tenían pareja y que él no la tenía, que la gallina tenía su gallo, la vaca su toro y la foca su foco, que en fin, todos los animales tenían compañía menos el que se suponía era el más importante en la Hacienda, que tuvieran compasión de el que ni siquiera tenía energía eléctrica o un radiecito en que oír las noticias y solo hablaba con el orangután Felipe que era un chismoso pero que era el único que venía a hacerle la visita en las tardes, cuando llegaba el ocaso, pero con el interés de sacarle algo del charuco que el sacaba al escondido de puro chapil, muy bien anisado como le constaba al ángel Gabriel que la ultima vez se había llevado un par de botellitas al escondido del Señor.
Dios lo había escuchado con su infinita paciencia y ni siquiera miró raro con la confesión del chirrinche que tomaba el ángel, al fin y al cabo era infinitamente indulgente, y le habló a Adán,
Hombre Adán: Porque no habías dicho antes, si eso no tiene ningún problema. Hacerte una pareja es de lo más sencillo, no h ay ninguna dificultad en ello. Yo te la puedo hacer de cualquier cosa. El problema es que las mujeres joden mucho y vos no tenés experiencia con esos bichos. Ellas parecen dulcecitas y tiernas pero son jodidísimas. No sabes la de cantaletas y sermones que te vas a ganar por no h hacer nada. Con un espécimen de esos ya no vas a poder descansar cuando te dé la gana y vas a tener que estar pendiente de ella porque ellas no conciben la vida sino es que el hombre les ponga cuidado solo a ellas. No solo eso sino que te va a celar hasta con las gorilas y las burras. Eso es una cosa jodida, Adán. Vos no sabes en lo que te estás metiendo ni lo que te puede pasar….
Pero el Adán no estaba para oír consejos. Al hombre se le había metido que necesitaba a alguien que lo acompañara, y nada, le tenían que solucionar el problema, la mía, ni más ni menos. Y es que, Señor, se dirigió a Él, la vida se me haría más fácil porque tendría quien me cocinara el bitute pa’ llevar pa’l monte en las mañanas y de pronto hasta me podría acompañar; tendría con quien hablar en las tardes y quien me ayudar a arreglar mi ropita, esas ultimas hojas de parra las tengo todas arrugadas y se ven feísimas.
El Ángel lo miraba como diciendo perdónalo, Señor, que no sabe lo que hace, y Dios, con mucha dulzura y viendo que el hombre no reculaba, le dijo, dame pues de que hacértela y rápido que tengo como afán porque me va a coger la noche para ir al potrero de Imbilí. Adán no cabía de la dicha y del azare no sabía que pasarle l Señor para le hiciera la deseada pareja. Dios, entonces, cogió al Adán y le metió la mano por el lado izquierdo y sin que le doliera ni le quedara cortada ni le saliera sangre y le sacó una costilla. La tomó entre las dos manos y la sopló y como un milagro -bueno……lo era- y chumbulúm saltó una negra de lo más bello que se pudiera ver en centurias sobre la faz de la tierra. Mi diosito no hace las cosas a medias. Era un cosota bellísima de unas piernas larguísimas que parecía le salieran de las axilas, totalmente contorneada con medidas de reina de belleza pero ampliaditas en la cola que era de proporciones bíblicas como en adelante lo serian las colas de todas las de su especie. Unos senos enhiestos, bellos, a prueba de fuerza de gravedad. La piel de un ébano oscuro precioso. Los brazos largos y sinuosos de bellos dedos; la cara fina con una dentadura más bella aun que la del Adán y con unos labios enormes que solo provocaban comérselos a besos.
El Adán estaba extasiado, pero tenía un susto chiquito que le alborotó la timidez y era gracioso ver ese negro enorme que parecía no tenerle miedo a nada cocorando como un bebé y mirando alternativamente el suelo y a la negra hermosa esa que ahora saltaba y tiraba picos a todos lados y bailaba al ritmo de la música que ella misma cantaba. Reía todo el tiempo y parecía un jilguero cuando cantaba.
Ahí tenés, pues, hombre lo que pediste, pero no vas a venir en unos días a decirme que ya n o la querés que esto n o admite devolución. Tratala bien que esta especie responde bien al buen trato y no le vas a hacer nada malo que te arrepentís. No sabrías donde esconderte.
A todas estas, la mujer ya había cogido de gancho al Adán y le sacaba piojitos de la cabeza y remolonamente, como gata, se le refregaba al turuleto hombre que nunca en la vida había soñado con una situación como esta. Pero estaba güete y no veía la hora de que Dios y su carnal se fueran para quedarse viendo ese juguete tan lindo que le habían dado, ver esas nalgas, esas piernas, ese vientre plano, esos senos eternos. Y no sabía porqué pero algo se le movía por allá debajo de la hoja de parra.
Se llamará Eva, ole Adán. Es un bonito nombre que me acabo de inventar, dijo Dios socarronamente, pero Adán no estaba para circunloquios largos y con la mano hizo ademan de Adiós y el Dios y el ángel, se montaron en sus caballos árabes y con un zurriagazo pegaron por esos andurriales hacia el rio Mira.
Adán estaba que no se cambiaba por nadie. No sabía qué hacer, pero un sustico bacano se le metía en los entresijos y sentía unas ganas locas de abrazar a aquella cosa linda que lo agarraba y lo zangoloteaba como un objeto pa’ lado y lado. No sabía qué hacer pero sí que lo tenía que hacer.
Aquella noche, el pobre Adán se volvió el chacho Adán y aquella pobre cabaña se estremeció como en los temblores y sacaron de cimiento los bajeros de guayacán. Los loros chillaban asustados y los cocuyos alumbraban los deliciosos desafueros del primer padre. Al dia siguiente se sentían cansados pero con una sensación deliciosa y al Adán se le olvido trabajar por meses porque le hacía siesta a la mordida de una guayaba. Es que la Eva esta buenísima y buenísima era pa’l aquello. Parecía que hubiera hecho curso en la Pilota.
Y pasaron los dias, las semanas y los meses y Adán volvió a lo de siempre, a desbrozar monte, a tirar machete, a curar los animales, a darle sal a los caballos, a ponerle las argollas a los cerdos, a cosechar el maíz para las gallinas y los patos. Y todos los días llegaba donde la Eva, a chocholeara como el buen marido que era y a darle gusto en todo lo que pidiera, sobretodo en el amacice que ya era el fuerte de ambos. Pero de un tiempo acá, el Adán veía que la Eva estaba medio aburrida y no quería decir porque, era cosa de todos los días y el hombre se estaba como cabriando con lo que pasaba, hasta que una tarde que llego más cansado que de costumbre, la cogió a charla en el frente de la casa, cuando ella se mecía en la hamaca, y le dijo que esa vaina no podía seguir así, que dijera que le pasaba, que él siempre le daba gusto, que no la llevaba a discoteca porque esa vaina aun no se inventaba, pero que el solo quería el bien `para ella, y que tal y pascual, que dejara la pendejada y que pusieran las cosas como se debían. La Eva, cogida de sopetón, se puso a hacer pucheros , mientras le sacaba hilos a la hamaca que era lo que más le emberracaba a Adán, y sorbiendo las palabras le dijo que el era un mal marido que nunca le había dado gusto, que s fijara como los machos de las otras especies le daban a sus hembras lo que pedían pero que él no había querido darle de la fruta del árbol prohibido y que ella quería comer de eso porque eso dizque la iba a poner más bonita, mas sabida, como le había dicho la Comadre culebra que todos los días hablaba con ella y que vivía enredad en el árbol aquel. Que era que el patrón era egoísta y que sabía que si ellos comían de esas manzanas que se las veía tan sabrosas, ellos iban a ser lindos y tan sabidos como el mismo. Y por eso el no dejaba arrimar al árbol. Y ese día siguió con la cantaleta que empezó con su susurro pero que se volvió un volcán con el paso de los días, hasta que pasadas algunas semanas a Adán no le provocaba ni volver a la casa y mejor quedarse en la de unos amigos orangutanes que Vivian por los lados de Buchelly. Peo al hombre lo estaba socavando la cortada de servicios y terminó pensando que lo mejor era darle la razón a la Eva antes de que lo enloqueciera y que a lo mejor tenía la razón y el patrón era un egoísta porque sabía que el fruto aquel era bueno para la sabiduría y esas cosas.
Esa noche, entonces, llegó a la casa dispuesto a arreglar el problema con Eva y por eso llegó más temprano a la casa que lo normal, y la Eva ni se inmuto. Estaba bajo el árbol aquel y había cogido ya una de las manzanas y estaba lista para darle un mordisco cuando llego el Adán., que al ver aquello le entró una terronera ni la verraca. Pero no había nada que hacer y la Eva ya le estaba dando un gran mordisco a la fruta y se saboreaba. Y no bien vio al Adán se la paso para que el también le pegara un mordisquito porque ella sabía que si el hombre la mordía en adelante iba a tener todas las manzanas que quisiera. Cosa de conocer a los hombres, se lo había dicho la culebra que a todas estas sonreia en medio de las ramas del árbol, con una sonrisa sardónica como esa que acostumbran poner las vecinas chismosas cuando cuentan algunos de sus faltos testiciertos. Y para no hacer más largo el cuento, el pendejo del Adán no solo comió el poquito que le había dejado Eva sino que cogió más de una docena y se las despacho junto con la Eva que las comía con fruición y en el entretanto le daba piquitos al Adán y le decía lo bueno que iban a pasar esa noche y de las que él se había perdido por necio y terco. Que si era que no le gustaba el tuqui tuqui con ella.
Terminaron riéndose y recostados al lado del palo, aunque con una sensación chiquita de haber hecho algo malo –habían inventado el pecado- y al cabo de un rato vieron que el ángel había llegado en un caballo ingles que era muy rápido y que poco usaban y que estaba por los lados de los establos de la Guayacana.
Ah….carajo. Los pillé…..Descarados. No estuvieron contentos con todo lo que se les dio y las comodidades que les puso el patrón y tuvieron que irse a coger las frutas del árbol que había injertado con tanta dificultad y al cual no se le podían coge frutos hasta después de la segunda cosecha. Pues se me van rapidito de acá porque acá no los quiere más Él. Y les echó un poco de maldiciones que dizque iban a remontarse a los hijos de los hijos. Era que ese man estaba emputado, emberracadisimo. Voliaba la peinilla como si fuera a pelear con Sangrenegra o algún bandido parecido, y la pobre pareja no supo que hacer sino coger y empacar sus hojitas de parra y demás bártulos, y en un potrico coger camino de Chajal donde vivía un cholo amigo que Adán había conocido un día que le dió por ir a ver si podía sacar unas pepitas de oro para hacerle unos aretes a la Eva.
Y así fue todo, ni más ni menos. Por culpa de la pizpireta de Eva todos estamos como estamos y por eso no tenemos la finca que teníamos y nos toca trabajar el doble para sacar solo la decima parte. Es que eso somos las benditas mujeres que ni por eso escarmentamos y, como ella, siguen tirando picos al aire y engatusando a los pobres hombres que se dejan. ¿Porque creen que tengo este negocio?
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